martes, 30 de octubre de 2007

Una metáfora grande como un palacio




Encontré estas fotos en el Archivo General de la Nación y más allá de la extrañeza que provoca ver la antigua fisonomía del barrio de Palermo Chico y del actual Palacio Alcorta, se me ocurrió que el edifico es una buena metáfora para pensar algunas de las transformaciones urbanas producidas en Buenos Aires a lo largo del siglo XX.

El siglo XIX es el momento de la sustitución de la ciudad industrial por la ciudad industria, esto es, la ciudad deja de ser sede de la industria para convertirse en una industria en sí misma. Un claro ejemplo de esta operación es el negocio de la renta, en virtud del cual el capital privado en vez de concentrarse en la producción pasa a invertir en la renta, al menos en el ámbito de la urbe.

La ciudad concebida como industria explica la expansión urbana de Buenos Aires ya en las primeras décadas del 1900, período durante el cual el sector privado construyó viviendas a las cuales el Estado, a través de la inversión pública, brindó infraestructura: el pavimento, el alumbrado público, la provisión de servicios, etc.

En la década del 30, la empresa Fevre y Basset, representante en Argentina de Dodge & Chrysler, comenzó a armar autos y ómnibus en el edificio de Figueroa Alcorta 3300, en cuyo techo había una pista de pruebas de autos. En 1946, la empresa Fevre y Basset compra un terreno de 38 hectáreas en San Justo, partido de La Matanza, para construir allí su una planta industrial. Iniciada en 1948, la planta es terminada en 1950. Todas las maquinarias existentes en el edificio de Figueroa Alcorta se trasladan a San Justo y el predio se vende al gobierno nacional.

La conversión de la ex Chrysler en un edificio de departamentos es un fenómeno de la década pasada y estuvo a cargo del estudio de arquitectura Manteola, Sánchez Gómez, Santos, Solsona y Salaberry, con la participación de Inversiones y Representaciones Sociedad Anónima (IRSA). La refuncionalización de la ex fábrica Chrysler ilustra la más reciente transformación de la ciudad en el ámbito de los negocios, caracterizada por el retiro del Estado, en la cual el rol regulador es asumido totalmente por el mercado.

La ciudad que era el espacio homogéneo que ampliaba la ciudadanía, se fragmenta para dar lugar a la heterogeneidad y la fractura, a la modernización excluyente. De un lado, Palermo Chico; del otro (en este caso, del otro lado de la vía que se ve en la foto), la villa.

lunes, 22 de octubre de 2007

El Pasaje Barolo


Si queremos entender una nación por medio del arte, remitámonos a su arquitectura o a su música. Oscar Wilde


La historia de la ciudad de arriba no comenzó en Buenos Aires sino hasta la última década del siglo XIX (Ver Pasajes de Buenos Aires o el otro cielo). Según el censo municipal de 1904, en la ciudad había 60 casas de 4 pisos, 40 casas de 5 y 38 casas de 6. En 1909, los edificios altos se habían duplicado.

El pasaje Barolo, que comunica la Avenida de Mayo con la calle H. Irigoyen, no es el más antiguo pero como la predilección errabunda y el simple antojo son principios de este blog, empezaré por el palacio Barolo que da nombre a la galería. La expansión de la economía y de la industria de la construcción argentina de finales de los años veinte resultó en edificaciones en altura que comenzaron a construirse en la ciudad. Entre ellas, el Pasaje Barolo, del arquitecto italiano Mario Palanti, es un ejemplo emblemático.

El Barolo fue, entre otras cosas, resultado de una mega operación inmobiliaria de pisos de oficina sobre la avenida más importante de la metrópoli a principios del XX, dado el alto rendimiento de la renta inmobiliaria en una ciudad en expansión como era Buenos Aires entonces. Materializó además la voluntad de autoexaltación del inmigrante Luis Barolo, un poderoso empresario textil, que pudo de verdad “hacer la América” en la próspera Argentina de fin del siglo XIX y quiso trascender a través de la construcción de un edificio monumental. La obra obtuvo en su época la excepción de las reglamentaciones particulares de la avenida, lo que permitió una altura que triplicaba la permitida para el lugar. Inaugurado en 1923, fue hasta la construcción del Kavanagh en 1935, el edificio más alto de Buenos Aires.

Con 100 metros de altura, los 20 pisos estaban destinados exclusivamente a oficinas, mientras que el pasaje, a nivel de la calle, era atravesado por una galería comercial.

No me propongo describir el pasaje en términos objetivos porque como con Zemrude, con la apariencia del pasaje Barolo, sucede también que depende de quien lo mire.
La entrada es libre y gratuita. Subir al faro, no. Si la entrada al paraíso está custodiada por San Pedro, el acceso al faro del edifico que posee referencias a la Divina Comedia de Dante Alighieri, está arancelado. Sale AR$15. Hay que llamar a Miqueas Thärigen al teléfono celular 1550279035 o escribir a miqueast@yahoo.com.ar. Miqueas está allí sólo los lunes y jueves, de 14 a 19. Además de los $15, el “ascenso” tiene sus bemoles. Miqueas padece del mal de la apologética secular. Insiste en explicar todo el edificio en diálogo con la obra del Dante hasta el extremo de dar muestras de ser una prometedora versión vernácula de James Redfield. Culmina la visita guiada diciendo que el edificio está ubicado en Avenida de Mayo al 1300. “El Dante escribió la Divina Comedia en el 1300”, dice. Revelador. Pero, como San Pedro, él tiene la llave. Y desde el faro, hay una vista maravillosa en altura de la ciudad y hasta de la costa uruguaya y Colonia si el día está diáfano.

Dirección: Avenida de Mayo 1370
Subte: Línea A , Estación Saenz Peña.

domingo, 21 de octubre de 2007

Estar en la vidriera


Aún cuando sea así, nadie (o casi nadie) piensa a cada rato que las cosas podrían ser de otra manera. De ahí la fascinación que me produce una foto antigua. Es la confrontación ineludible de que ciertos personajes, ciertas prácticas, ciertos lugares, fueron, en el pasado, de forma diferente. Hasta ahí la perplejidad. Luego, la pregunta: ¿Al conjuro de qué transformaciones dejan de estar disponibles dentro del catálogo de posibilidades para pasar al ámbito de lo impensable?

El escaparate de la foto es de 1941 y perteneció a la tienda local de Harrods, sucursal de la central londinense creada en 1849, que abrió sus puertas en la calle Florida 877, en 1914. Reproduce a modo de escenografía teatral los hechos: un cajón de madera - de los que el comercio internacional se valía para transportar mercaderías antes de la aparición de los container - , tres sedas inglesas agujereadas por una esquirla de bomba aérea, atravesadas por una soga que pone en evidencia el lugar adonde fueron desgarradas, un fragmento de esquirla de bomba aérea, las banderas argentina y británica, y un barco en miniatura sobre un tul, tan embravecido como los mares que surcaron los barcos mercantes ingleses. Y también un cartel que explicita lo que suponemos: “Gran Bretaña entrega su mercadería, a pesar del bombardeo constante de sus Puertos y Marina Mercante”. El slogan que utilizó la industria británica durante la Segunda Guerra Mundial era reforzado por vidrieras como ésta.

Una vidriera como la que muestra la foto ya no es pensable hoy en día en Buenos Aires (Y no sólo porque la Segunda Guerra Mundial terminó hace más de medio siglo y porque la filial porteña cerró en 1998).

No obstante, el afán reconstructivo de los escaparates permanece en vidrieras actuales, en las que la preocupación por la recreación de hechos y circunstancias está en función de cuestiones como la práctica deportiva, la administración del tiempo libre, entre otros.

Me refiero a los comercios que simulan las condiciones de un boliche bailable con escasa iluminación y música a todo volumen. Hoy mismo caminando por la ciudad me sorprendí ante una vidriera de ropa deportiva adonde al lado de los maniquíes había una botella de agua, que es indispensable beber antes, durante y después de hacer ejercicio para prevenir la deshidratación.

También en el marketing y la publicidad, tanto como en la propaganda política y su demasiado recurrente referencia a la seguridad, pareciera que los asuntos que nos atañen son estrictamente de orden individual, nunca nacionales o comunitarios.

jueves, 18 de octubre de 2007

Tango y tren fantasma

Hace unos meses habían inaugurado algunas estaciones y tuneles(!?) de la linea H de la red de subtes. Ayer se inauguró no se que mas, pero parece que los trenes circulan entre once y parque patricios.


La línea tiene una temática tanguera, es amarilla y la banda forma de la siguiente manera: Aníbal Troilo , Osvaldo Fresedo, Francisco Canaro, Azucena Maizani, Julio de Caro . Todavía no la usé, pero como hasta el lunes se puede viajar gratis, mañana me voy de excursión y veo como quedó.

Lo mas grosso que tiene el tema me parece que es que en una intersección se podrán apreciar la primera y la ultima linea construídas. La mas antigua es la A que arrancó en 1913 desde Plaza de Mayo y en 1914 llegó hasta Caballito, y hoy por hoy se cruzan en Once, la tecnología de punta de 1913 y la linea H.

Para Metrovías debe ser como ciencia ficción o mejor dicho, un tren fantasma...





martes, 9 de octubre de 2007

Puntos Rojos

Es notable el poco conocimiento que existe sobre algunos de los signos que podemos encontrar en Buenos Aires. Hace más de un año, el gobierno de la ciudad comenzó a implementar señalización en lugares no tradicionales.

Un ejemplo de esto son los puntos rojos que podemos distinguir pintados en algunos cruces de calles. Estos puntos significan que en ese cruce se registran accidentes frecuentemente, por lo tanto, conductores y peatones deberían tener más cuidado que el habitual al intentar cruzarlos.

lunes, 1 de octubre de 2007

Pasajes de Buenos Aires o el otro cielo

La apariencia de Zemrude es según el ánimo de quien la mire. La ciudad que describe Italo Calvino en Las ciudades invisibles, es también Buenos Aires.
Si pasas silbando, la nariz cerniéndose al compás del silbido, la conocerás de abajo arriba: antepechos, cortinas que se agitan, surtidores. Si caminas con el mentón apoyado en el pecho, las uñas clavadas en las palmas, tus miradas quedarán atrapadas al ras del suelo, en el agua que corre al borde de la calzada, las alcantarillas, las raspas de pescado, los papeles sucios. En Zemrude todos hablan del recuerdo de la ciudad de arriba porque llega el día en que la mirada se hunde sin remedio en el pavimento.
Está bueno desanudarse de la Buenos Aires de zócalo, desatar los ojos del cordón de la calle, recorrer algunas galerías y mirar para arriba ese otro cielo, tan cierto como la ciudad de abajo. Porque son un atajo para ganar tiempo, y también porque son un atajo que rompe con el devenir de afuera. Es así que a mí, me sorprenden con un cambio de humor, tan inmediato como desapercibido resulta el límite entre un plano y otro, tan efímero como los segundos que tardo en transitar el pasaje. Afuera queda el sol o la lluvia, el frío, el viento y ahora la nieve…También los bocinazos de los autos y el ruido de los caños de escape de los colectivos.
Si solo existe el presente, vale la pena refrescar el recuerdo de la ciudad de arriba para que vuelva a existir.

Cliqueá en cada uno para leer la reseña:
-Pasaje Barolo
-Pasaje Güemes
-Pasaje Roverano