sábado, 9 de febrero de 2008

El atorrante

En 1868, luego de que se dictara una ley por la que se autorizaba al gobierno a ejecutar obras de salubridad pública debido a una epidemia de cólera, a fin de proveer a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires con el servicio de agua corriente, se probaron las máquinas y cañerías adquiridas por un emisario en Gran Bretaña.

Cien años más tarde, José Gobello y Jorge Bossio publicaron un libro que compila reflexiones acerca del atorrante (Ediciones del Candil, Buenos Aires, 1968) que, el mes pasado, encontré en el estante de una biblioteca cuyos dueños perdieron el recuerdo de los libros que hay pero que los guardan muy celosamente.

La Academia define al atorrante como “vago, callejero y generalmente sin domicilio”. En cuanto al origen de la palabra, la tesis más difundida es, precisamente, la que vincula el término con la marca de los tubos destinados a derivar las aguas del río. Se dice que a fines del siglo XIX, los vagos dormían en un depósito costero, dentro de los caños usados para las obras de salubridad pública. Se dice también que los tubos ostentaban la inscripción A. Torrent, nombre del fabricante. Como los vagabundos se convertían en huéspedes de A. Torrent, se los llamó atorrantes.

Sin embargo, uno de los autores y compiladores del libro mencionado, José Gobello, no adscribe a la teoría de que a los vagabundos se los denominó atorrantes porque dormían en los caños fabricados por A. Torrent. En primer lugar, tanto él como otros estudiosos del argot no lograron comprobar que los caños tuvieran tal inscripción. Además, de haber tenido los caños esta leyenda - se pregunta Gobello - porqué no se derivó atorrentear en vez de atorrar. Dice, en cambio, que atorrar (dormir) – de la cual derivaría atorrante - puede ser una palabra de origen extranjero, “por muy porteña que parezca”. “Más porteño que pibe no hay nada, y lo trajeron los inmigrantes”, concluye en el libro “Lunfardía” (José Gobello, Buenos Aires, 1953).

Si fue primero el término atorrar o atorrante, parece cuestión muy delicada y difícil de desentrañar. A su vez, si deriva de la leyenda de los caños de Torrent, de la circunstancia de que los vagabundos deambulaban con el “ hato” errante (su ropa y otros objetos de uso ordinario a cuestas), o si el término atorrante surgió porque en los almacenes de fin de siglo, cuando aparecía algún desocupado en busca de trabajo, lo empleaban en torrar café, pareciera prometer muchas páginas más de disquisiciones.

Pero las que ya fueron escritas por distintos autores de finales del siglo XIX y principios del XX, bastan para la sorpresa, la sonrisa y hasta el romanticismo. Transcribo algunos fragmentos y espero no atorrar con la extensión de las citas.

Antonio Dellepiane, Las causas del delito, Buenos Aires, 1892.

“La Argentina difiere [..] fundamentalmente de los países europeos. Lejos de estar en exceso, los brazos faltan aquí. El trabajo abunda y es ampliamente remunerado. La vida es fácil y cómoda. Los artículos de primera necesidad: el pan, la carne, están al alcance de todo el mundo. El clima es benigno, suave, perfectamente soportable, aún en las estaciones extremas. El pobre no tiene que pensar, como en Europa, en aprovisionarse, en reunir combustible, que le ayude a resistir un invierno inclemente. El jornalero más humilde, el doméstico, el pequeño industrial, ganan lo bastante no solo para satisfacer sus necesidades premiosas y hasta superfluas, sino para ahorrar, para crearse un fondo de previsión, para constituirse un pequeño capital que le sirva de palanca con la cual puedan llegar a posición holgada y cómoda que forma el blanco de sus deseos, el objetivo de sus aspiraciones. La lucha por la vida es, pues, aquí menos ardiente que en Europa y reviste caracteres más humanitarios…El pauperismo, esa llaga terrible de las sociedades europeas, es completamente desconocido en la Argentina….Estas circunstancias económicas traducen su influencia en las distintas manifestaciones de la actividad inmoral y criminosa…La vagancia que hasta hace poco era desconocida en la República con el carácter que tiene en el antiguo continente, comienza, es cierto, a manifestarse en las ciudades populosas del litoral; pero apresurémonos a decir en honor y descargo nuestro, ella puede hasta ahora ser considerada como una planta exótica en nuestro suelo, como un producto importado, como una enfermedad extraña a nuestra patología social. Seguros estamos de que si se levantara una estadística de los atorrantes…, se hallaría que la casi totalidad de ellos, por no decir la totalidad de ellos, está formada por vagos extranjeros importados".

José María Salaverría; Tierra argentina, Madrid, 1910.

"¿No habéis visto en las grandes corrientes de agua cómo marchan por el centro del río los barcos, la hojarasca, los añosos árboles, todos bogando triunfalmente por entre los remolinos hacia las remotas riberas, hacia desconocidos mares? De esta manera son las corrientes humanas de las grandes ciudades modernas: van navegando entre los remolinos, arrastradas velozmente hacia la gloria o hacia la fortuna. ¿Pero no habéis visto también cómo del centro de la corriente se apartaban algunos troncos, algunas hojas o algunas barquillas, y buscando el reposo de los remansos se detenían junto a la margen del río y de allí quedaban inmóviles hasta pudrirse y desaparecer? En los grandes ríos humanos hay asimismo algunos seres que se apartan de la corriente triunfal y buscan los remansos, se detienen hasta morir como sombras desvanecidas…En este remolino de Buenos Aires flotan los hombres de audacia, de presa y de voluntad. Pero ciertos hombres no pueden resistir la fuerza del remolino y se apartan a un lado. Son los vencidos. En el argot del país tienen un mote singular: se les llama atorrantes. El nombre de atorrante lo expresa todo; equivale a holgazán, hambrón, vagabundo.... Pero el atorrante no quiere restituirse a su vieja patria remota; hasta la fe en la patria se ha desvanecido. Tampoco quiere vegetar en oficios humildes y sin redención. Prefiere abandonarse en brazos de la fatalidad, como la hoja seca. Tiene el abandono, la resignación y la dulzura de la hoja seca. En medio de sus greñas y de sus barbas hirsutas, los ojos azules miran con la vaguedad del que se encuentra al otro lado de los fenómenos. Ha encontrado la raíz del problema. Sabe todo cuanto sabía Diógenes: que todas las cosas son mentiras."

P.B. Tito, en P.B.T., Nº 17, 14 de enero de 1905)

"La foule, en caso de juzgar al personaje, lo hace con más felicidad: como que cada individuo tiene su preconcepto….Y no podía ser de otro modo: que no está en plena calle y negocios de por medio, para disquisiciones de gabinete. ¡Paso al atorrante!….cada cual piensa a su modo.La dama de perifollos - ¡Qué asco! Los seres tímidos - ¡Qué miedo! El sabihondo – Un caso. El delincuente – Un colega sin historia. Los cándidos - ¡Qué raro y feo! El buen hombre - ¡Pobre infeliz! La beata - ¡Un maldito de Dios! El pesimista – Un dichoso. El novísimo psicópata – Un abultado. El mismo, en distinta ocasión – Un disgregado erotómano. El pisaverde….hace que no lo ve. El acaudalado - ¡Un haragán! El justo – Una célula enferma del todo social. Es menester curarla. El determinista – Un producto del medio. El juez – Un inútil que pide la eliminación. El revolucionario - ¡Una injusticia social que grita venganza!"

*En la foto, caños similares a los habitados por los atorrantes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que interesante entrada. El atorrante, como extranjero (seguramente Dellepiane debe haber sido hijo de mapuches con ese apellido), el atorrante como revolucionario (Ernesto Che, "atorrante" Guevara), y finalmente, tal vez, la mas cierta, el atorrante como"iluminado", que sabe la verdad sobre esta limitada realidad, que al final, la que podemos percibir,es una mentira.

elduende dijo...

Hace tiempo habá escuchado una versión similar. Pero con la inscripción REO en los caños. Quien será el despilfarrador de versiones falsas?

Anónimo dijo...

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